lunes, noviembre 15, 2010

Ore wa hadaka da, otra vez desnudo



-¡Fuego! ¡Fuegoooo!
Cuando se oyó este grito, yo estaba haciendo el amor con Yasuko Ono por tercera vez. Para entonces, un humo negro ya se estaba filtrando por debajo de la puerta de la habitación, como si fuera una lengua achatada. Aparté el brazo de Yasuko, que al parecer no había oído nada por el clímax de unos momentos antes, y, a pesar de que ella no quería soltarme, me levanté.
-¡Huyamos! ¡Es un incendio!
Yasuko emitió un grito lastimero y se levantó sobresaltada. El fuego se había declarado a mediodía en el hotel de citas al que la había llevado. Era evidente que a Yasuko le asustaba mucho más la multitud de mirones que pudieran reconocerla que el hecho de morir abrasada. Y es que yo estoy soltero, pero ella es una mujer casada.
Como tardé mucho en encontrar los calzoncillos bajo las sábanas, cuando me había puesto la camiseta de tirantes y los pantalones, el humo ya estaba flotando ligeramente por toda la habitación.
-¡Ya no tenemos más tiempo! ¡Salgamos rápido!
-¡Espera! –dijo Yasuko dando un chillido.
Se encogió hecha un ovillo. Al parecer tenía más dificultades que yo en encontrar, que estaban perdidas en el fondo de las sábanas, así que sólo levaba puesta la combinación.
-¡Takashi! ¡Takashi!
-¿Dónde está el bolso? –grité, agarrando +únicamente la chaqueta que estaba encima del sofá, sin ponerme la camisa. ¡Venga, toma sólo el bolso y vámonos! ¡Estamos en un edificio estrecho de tres pisos, el juego legará enseguida!
-¡Takashi! ¡Takashi!
Al abrir la puerta, el humo negro se arremolinaba en el pasillo. Metí bajo mi axila la cabeza de Yasuko, que habiía salido después que yo abrazando el bolso, y, escondiendo mi cabeza, me dirigí a las escaleras. Afortunadamente, nuestra habitación era la que estaba más cerca de la escalera central del primer piso. Caían chiribitas desde el descansillo del segundo piso, donde se había originado el fuego. Pude oír una voz femenina que gritaba desde alguna parte: «¡Vuelve aquí!». Algún tipejo debía de haberse largado dejándola tirada.
Cuando torcimos desde la entrada principal por una callejuela, los mirones ya empezaban a agolparse. Cubrí la cabeza de Yasuko con mi chaqueta y, abrazándola por los hombros, nos dispusimos a alejarnos del lugar. «el», decían los empleados del hotel mirando hacia lo alto del edificio. Pero ya no estaba para esas cosas. Miré a derecha e izquierda en busca de algún callejón para huir, pero, para mi desgracia, a ambos lados del hotel al que habíamos ido sólo había una gran avenida con calzadas.
-¿Y los clientes?
-Acaba de salir una pareja.
-Pues, si es así, sólo queda uno.
Parece que, al ser mediodía, había pocos clientes. Las chispas caían sin orden ni concierto, y tanto los empleados como los mirones retrocedían a una gritando de pavor. En ese momento, la última mujer que quedaba, a quien había dejado plantada el tipo de antes, salió precipitadamente con un aspecto bastante decente.
-¡Dios mío! ¡El fuego se ha propagado a los hoteles vecinos!
-¿Todavía no han llegado los bomberos?
No podíamos perder más tiempo. Además de un tipo que nos miraba divertido, un nuevo grupo de mirones venia corriendo desde la parte derecha de la avenida. Huimos en dirección contraria.
-¡Takashi! ¿Adónde vas? ¡Por la avenida no!
-Pero, ¡hombre!, para coger un taxi tendremos que ir por allí, ¡digo yo!
Lo que yo pretendía, como lógico, era huir de la escena. Si la policía nos interrogara, podía tener consecuencias terribles. Lo digo porque soy un trabajador de élite de una empresa de prestigio. Si se descubría que estaba con una mujer casada, el caso traería cola. A medida que nos alejábamos del lugar, fui perdiendo el valor para salir corriendo por las congestionadas aceras, y nos quedamos delante de la persiana metalica de un edificio que estaba en una esquina de la avenida.
-¿Qué piensas hacer? –dijo Yasuko. Estábamos en invierno, y podía notar cómo tiritaba mientras me agarraba del brazo-. Aunque nos quedemos aquí, no va a parar ningún taxi.
-Seguro que pasará alguno que deje un cliente por aquí –dije yo-. Y entonces no tendremos más que salir precipitadamente y subir al coche.
Pero el hecho es que no paraba ningún taxi. Algunos peatones se nos quedaban mirando al vernos escondidos y se reían divertidos, lo cual irritaba en grado sumo a Yasuko, que se estaba poniendo histérica.
-¡Tengo frio! ¡Tengo frio! Las puntas de los pies se me están quedando heladas. ¡Cómo se me habrá ocurrido acostarme con semejante zopenco!
En estos casos es donde se revela la verdadera naturaleza humana. A regañadientes, me quité los pantalones y se los puse a ella. Los dos estábamos descalzos sobre el empedrado, así que me recorrió un escalofrió desde la planta de los pies hasta la cabeza, y empecé a sentirme mal. Por si fuera poco, las tripas me empezaban a sonar, tal vez debido al intenso frío. Antes de ir al hotel habíamos estado almorzando en un restaurante, y al parecer me habían sentado mal las gambas. (...continuara)

Estoy desnudo - Yasutaka Tsutsui

miércoles, noviembre 10, 2010

En la cantina



UNA GORDA. Una gorda. Necesitaba una gorda. No para hacerla tamales, tampoco para hacerla llorar. Necesitaba una gorda para hacerle el amor.

Había oído miles de historias en la cantina. Leyendas, apariciones, relatos fantásticos. Me fascinaba en especial el mito que privilegia a los que se acuestan con una gorda. La grasa les había devuelto la fe en el amor. A la mujer pasada de peso se le atribuyen proezas y propiedades sexuales que no poseen las otras miembros del gremio. Ante la desventaja estética que la gordura supone, las chonchitas desarrollan habilidades que compensen su falta de cuidado, su exceso de redondez.

Yo no podía saber si todo eso era verdad. No me había acostado con una gorda. Yo soy gordo, pero los obesos no gozamos de la misma fama. Somos pésimos amantes. Eso dicen en la cantina. Tampoco sé si sea cierto. Nunca he tenido sexo con uno.

Nunca me había acostado con una gorda y no por discriminación. Las flaquitas eran mi delirio. Los huesitos forraos. Con sus patitas de pollo con gripe aviar. Eran mi perdición por una sólo cosa: salían baratas. Una mujer que bebe más que tú te llevará a la quiebra. Me lo aconsejaron en la cantina. Siempre que oía en la calle un piropo del tipo entre más carne, mas pecado, yo me ponía a pensar en números.

....
Ellos las prefieren Gordas - Carlos Velázquez.



Fat bottomed girls you make the rockin' world go round.

Warp Riders


  • Acheron/Unearthing the Orb
  • Tres Brujas
  • Arrows in the Dark
  • The Chronomancer I: Hubris
  • Lawless Lands
  • Astraea's Dream
  • The Warp Riders
  • Night City
  • The Chronomancer II: Nemesis
  • (The Night the Sky Cried) Tears of Fire