miércoles, mayo 13, 2009

¡Ahi viene el neuras!





Una buena noticia, al menos para mi es que el neuras esta de regreso. Ahora con un cambio de nombre a Prácticas Indecibles, el autor de las cronicas neuroticas Rafael Pérez Gay inicia un nuevo ciclo los domingo en El Universal.

Extrañaba su cronicas desde la condechi.

"Venimos de la tierra de los muertos"
...
El único tramo claro de mi vida en ese entonces lo ocupaba un contador inflexible que se había adueñado de mis años. Todo lo calculaba: los días, las horas, los cigarros, los whiskys, las calorías, los kilos, las páginas, los fracasos. El contador recaudaba cada noche sus impuestos. Seguí la huella de mi instinto y evadí las cifras. Me escapé del interventor y salí de la cantina festejando una liberación. Unas calles adelante entré en un hotel. Frecuenté hoteles de paso con Andrea Cisneros y en mis años locos con mujeres enredadas en la telaraña de mis mentiras. Me registré y subí a mi cuarto. Abrí el Aviso Oportuno de El Universal y leí: “Modelo edecán. Sinaloense. Elegante, personalidad, seducción excitante. Erótica, lencería, ligueros. Parejas, lesbianas. Soy independiente. 56 03 22 89. Pregunta por Coni”.

Pregunté.
—Vi tu anuncio en el periódico.

Me interrumpió:
—Tengo los ojos aceitunados y veintiséis años. Mis medidas son 95, 58, 90; mi altura, uno setenta y dos. Pelo largo y castaño, a media espalda. Mil doscientos pesos, dos horas, todos los contactos que quieras.
Debe ser la edad. En mi juventud nunca fui con putas, pero de un tiempo a esta parte empezaron a interesarme los encuentros rápidos liberados de la guillotina de los compromisos, lejos de los hundimientos irrevocables. Recibí en el cuarto a una mujer joven dispuesta a los fuegos breves, en la cúspide de sus veinte, de pelo corto, uno setenta de estatura y, en eso no había mentido, una mirada casi vegetal en distintos tonos de verde. Usaba un abrigo negro, ligero, un sombrero de fieltro, muy cerca del flapper, una blusa fucsia entallada, un pantalón negro y zapatos altos.

—¿Cómo te quieres llamar?
—Coni.
—¿Te gusto? —me preguntó mientras se desvestía.
—Me gustas —le respondí cuando empezamos a intercambiar nuestras sombras.

Alguna vez Tlalpan fue un lugar de fincas y casas de campo, huertas amplísimas, grandes jardines, largos y altos muros de adobe, calles solitarias abismadas en el silencio. Aquel territorio de roca volcánica y fuentes brotantes emergió del desastre. Las calamidades destruyen y crean regiones inimaginables. En esos días, por cierto, yo buscaba regiones devastadas en mí mismo. Todos buscamos esas regiones, pero les anticipo: es inútil.
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Rafael Pérez Gay